lunes, 14 de diciembre de 2009

Para mi adorada esposa, la razón de ser de mi vida:

Tardes doradas de ardiente verano
Como tu blanco pecho al roce de mi mano
Y tu pelo a merced de la tenue y ligera brisa
Sobre mi rostro enternecido a su caricia

Tarde de romance exquisito y seductor
Al sentir tu suave piel que me acaricia
Y en tus labios que destilan el licor embriagador
He deleitado a mis sentidos en tu copa de ambrosia

Enredaba tu pelo el viento y su murmullo
Y al calor de tu cuerpo virginal he bebido
El vino embriagador de tu arrullo
Y al dulce timbre de tu voz caí rendido

Y de tu piel de ángel la enloquecedora fragancia
Extasiada mi alma en el vergel de tu regazo
Vuela libre y voluntaria me sentencia
A la prisión sagrada de tu eterno abrazo

Eres mía al fin. Mía hasta la muerte
Y que Dios un día sin compasión ni pena me arrebate
La existencia bendecida si un día he de fallarte
Pues, solo muerto pagare el desvarío de no adorarte


23/11/2009 23:03:08

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