lunes, 14 de diciembre de 2009

“Quisiera tener la fuerza de los vientos y la grandeza de las montañas para abrazar a mi pueblo MONTAÑAS DE MI TIERRA


Montañas de mi tierra
Montañas de azules distancias
Sois el misterio que mi alma encierra,
El silencio encantado de soñadas estancias

Una mano invisible las hizo grandes
Y las sembró en las entrañas de la tierra
Enclavadas en el corazón de mis Andes
Engalanan soberbias a la altísima sierra

El dios de los Incas doró tu frente
Y resplandores de esmeralda y oro
Hay en ti orgulloso e indiferente,
custodio milenario del tesoro

Montañas adoradas de mi niñez cautiva
Cuantas veces ahogué mi grito a sus plantas
Maldije mil veces los infortunios de la vida
Cuando fueron confidentes de mis penas tantas

Montañas queridas que en mi ruin adolescencia
En las noches que la luna tus picachos alumbraba
En su colosal grandeza perdida la mirada mía
En lejanos e imposibles sueños mi mente deliraba

Montañas que abrazan al pueblo mío
Fieles guardianes que por los siglos moran
Voces silenciosas de la garúa y el estío
Donde el viento y la soledad su melodía entonan

Estructuras loables de roca y granito
De la asombrosa naturaleza el fruto
Turquíes moles confundidas en el infinito;
Con sus cumbres dominando el horizonte abrupto

Tu secular e ignota historia de piedra
Santuario sagrado de mis antepasados
Son testigos el húmedo musgo y la hiedra
De sus misteriosos secretos adorados

De su enhiesta cima divisan en lontananza
Al arroyo cantarino, hijo de las alturas
Los verdes prados, los campos de labranza
O el aurífero río, emblema de tu bravura

Señoras del monte pardo donde pacen liebres
El ave errante mora y corretea la gacela
De la tierra cubierta de doradas mieses
O del humilde campesino que labra su parcela

Testigos de las contiendas de mi Pacha Mama
Vieron pasar serenas e indiferentes cuantos lustros
Y esa sangre aborigen que en tu suelo se derrama
Y que ha de ser semilla fecunda de mis ancestros

Benditas montañas de la tierra amada
Que acogen a mi pueblo dormido
En tu regazo cubierto de verde esmeralda
Yace en alucinante letargo de dolor y olvido

Montañas mías dejen que mi último suspiro
Pueda yo exhalarlo a sus pies milenarios
Y dejen que luego se pierdan mis cenizas
Entre la tibieza de tus fecundas entrañas
Pues ¿no es cierto que mi cuerpo un día
Tendrá que volver a tu misma esencia?


22/ enero/ 2008..

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